La transformación como forma fundamental de conocimiento social

Sientifiko
13 min readSep 8, 2023

Partiremos de la forma más fundamental del conocer lo cual presupone una cosa, y un agente con capacidad de conocimiento bajo el siguiente esquema.

Diagrama 1

La forma más simple de esta relación implica que el sujeto reconoce una sustancia diferente de sí mismo, a la cual puede encapsular en un atributo cognitivo, como el conocimiento del objeto. Por otro lado el objeto no resulta una entidad enteramente ajena al sujeto, en la medida que esta entra como determinación de la conformación o actualización del sujeto en su forma presente, por ejemplo como un alimento, el clima, la sociedad que habita, etc.

De esta forma el mismo conocer ya deja de ser la pura representación espontánea del ejercicio mental del sujeto, sino que se sabe, es el directo resultado de la actualización permanente del sujeto producto de su compenetración permanente con el objeto. De esta forma en tanto sujeto se sabe como sujeto determinado, y su conocimiento, es conocimiento determinado.

Diagrama 2

Del otro lado, el objeto tampoco se presenta como una entidad estática. El objeto, obedeciendo a sus propiedades, se automedia, actualizando constantemente su forma presente, dinámica a partir de la cual se afirma como objeto, permitiéndole darse a conocer por una entidad cognosciente. En un sentido más abstracto, el solo hecho de actualizarse afirmándose como un objeto distinto de “ser nada”, es el primer movimiento que toda entidad cognoscible realizó antes de poder ser reconocida.

Diagrama 3

Por último, tenemos el movimiento en su conjunto en que de ambos lados del espectro encontramos las determinaciones del conocer, como las propiedades generales que afirman en un objeto, atributos reconocibles por una entidad conocedora que a su vez, desarrolló este atributo de conocer determinado por las propiedades del mismo objeto de conocimiento.

Diagrama 4

En un sentido cronológico, en ambos lados del modelo, habríamos partido con un objeto, de los cuales solo uno de ellos, producto de diversas (auto)mediaciones, acabó generando el atributo de conocer.

Así antes de llegar a este punto, pudimos haber rastreado las fuentes del conocer en cada una de sus fotos. Por ejemplo en el primer momento, el Diagrama 1, en forma de un realismo vulgar, pudimos no reconocer que el objeto entra como determinación del sujeto que conoce, asumiendo una independencia absoluta entre sujeto conocedor, y objeto conocido.

Pero incluso en el segundo momento (Diagrama 2) , un tanto más sofisticado, en que el sujeto reconoce su capacidad de conocer como un atributo “emergente” de la relación con el objeto, pudo haber caído en una suerte de cognoscitivismo vulgar, donde lo que figura como determinado es solo el atributo genérico del conocer, y no el contenido mismo de lo conocido, es decir, que la representaciones más inmediatas del objeto, se corresponden directamente con el contenido del objeto, sin reconocer en el movimiento del conocer, la automediación que pudiera o no, ya sea revelar el contenido del objeto en sí, ya sea entregar las determinaciones adecuadas al sujeto para que el desarrollo de su atributo de conocer, permita al objeto ser reconocido en su plenitud.

Aquí una salida un tanto más elegante, y que es propia de la ciencia normal, es asumir que ese conocimiento parte como incompleto, y que ese conocer es siempre tentativo, aproximativo, parcializado, provisional, etc, etc.

Hasta aquí, esta salida resulta bastante satisfactoria, en la medida que se reconoce al sujeto que conoce como determinado, así como las dificultades que las propiedades de un objeto tenga, para darse a conocer (eg. bosones, ADN, virus, etc); el mero ejercicio del conocer, como acción iterada, basta para ir poco a poco penetrando en el contenido del objeto.

No obstante esto aun nos deja a medio camino respecto de la posición del sujeto en el circuito (Diagrama 4), particularmente con el rol que juega la acción de conocer. Tal conocer puede aparecer idealmente, como el simple hecho contemplativo, que describe las propiedades cuantitativas o mecánicas del objeto: que regularidades o leyes físicas obedece, que propiedades microfundadas lo componen, qué reacciones desencadena, etc. Así también puede aparecer bajo la forma de un razonamiento de segundo orden en torno al ámbito de la acción de conocer, que, nuevamente dentro del mundo conceptual, busque resolver la adecuación de tales acciones de conocer con sus capacidad de corresponderse con aquello que el objeto se dispone a revelar, ie. una epistemología, o algunas presuposiciones ontológicas.

No obstante, la acción de conocer, no se detiene en la simple acción contemplativa. A fin de penetrar cada vez más y mejor en el contenido del objeto, el sujeto manipula directamente el objeto mismo, por medio de técnicas experimentales, modificando o extrayendo alguna de sus propiedades (o modificando al objeto mismo), actualizando su forma actual, o por otro lado, el sujeto actualiza su propio conocer, por medio de desarrollar artefactos o tecnologías que refinan la observación, medición, predicción, etc.

Ambas acciones que se desprenden como momentos del conocer, presuponen nuevamente, la actualización constante del sujeto que conoce, y con ello nuevamente el conocer, en un circuito infinito que avanza hacia un refinamiento cada vez más puro del conocer mismo.

Aquí, el sujeto que conoce encontró tanto una herramienta, como una respuesta suficientemente satisfactoria para regir su acción, pero aún carece de un reconocimiento ulterior, como es, el reconocimiento de su capacidad de reconocer la potencia que tiene su propia acción de conocer. O dicho de otra forma, el saberse sabiendo, como momento del despliegue de su acción de conocer. Puesto en términos aun más simple, el verse a si mismo reflejado en el Diagrama 4.

Esto le pone una inmediata traba representacional. Al presuponer la aproximación, esta parte como una aproximación a un a prori que desconoce, y por tanto, tal aproximación solo puede ser introducida como supuestos, condenándolo a interpretar señales filtradas sobre la base de estos presupuestos, y con ello introduciendo por construcción, los problemas de relativismo epistemológico (verdad como ideal o presupuesto conceptual inalcanzable, o filtrado por el lenguaje), problemas de demarcación (reflexión sobre el límite del conocer válido, pero basado en la misma representación del conocer), paradigmas (sesgo o filtro social del conocer válido), sobredeterminación (necesidad permanente de complejizar modelos aproximativos), etc.

La otra alternativa es sí reconocer el conocer y su potencia, es decir, reconocerse en el diagrama 4, y reconocerse reconociendo aquello, lo que llamaremos la salida “dialéctica”. Aquí el conocer aborda aquello que es propio de las potencias que el mismo movimiento fue poniendo tanto el sujeto como en el objeto. Se parte rompiendo el efecto contemplativo, para ver el conocer como una acción en sí misma, y en la medida que el conocer es una acción, ya no solo se ve reflejado como el circuito automático de un conocer en mejora continua, sino, ve el conocer como la potencia que el sujeto porta, y que realiza como necesidad puesta por ese movimiento, a primera vista automático.

No obstante, ese último movimiento hace aparecer un movimiento cualitativo completamente nuevo. En la medida que se reconoce la sola capacidad de reconocer el conocer, este aparece puesto como necesidad del circuito de actualización permanente visto en el Diagrama 4, y luego el contenido de la acción de conocer se vuelve tema en si mismo, ya no en miras del mero desarrollo aproximativo a una verdad presupuesta, sino, en el desarrollo de los propios atributos y potencias del sujeto que conoce. Dicho de otro modo, el contenido mismo del conocer no aparece como la abstracta representación de un saber, sino como la potencia de apropiarse científicamente del medio en miras de la producción de su propia subjetividad.

Esto es que el conocer parte del reconocimiento de que el contenido del sujeto es justamente el desarrollo de su subjetividad, y todos los elementos que esto porta en términos de las relaciones sociales y productivas que lo actualizaron a su forma actual.

Ahora bien, puesta al frente esta salida dialéctica del conocer, esto aún no nos salva de cierta regresión representacional. Bien podría considerarse que la unidad del movimiento es la necesidad inmanente de alguna entidad superior, como una divinidad, y nuestra acción/conocer, es la forma necesaria que toma su designio divino. Absolutamente nada de ese movimiento permite afirmar ello, pero es una posición defendible desde la reproducción puramente ideal de ese movimiento, aunque esto nos devuelve a los presupuestos representacionales que vimos en la ciencia normal.

Aquí otra salida, es, omitiendo la necesidad de una entidad exterior divina, todavía podemos ver la necesidad de la acción, en un movimiento que solo se reduce a la reproducción mental del objeto. Esto es, que reduce la práctica del conocer, al pensar sobre el pensamiento en el seno del reconocimiento de la capacidad de saber, por medio de presuponer, que ese conocer, porta la capacidad inherente de que, resueltas diversas capas de determinaciones cada vez más abstractas, desde el pensamiento mismo, pueda florecer la necesidad de la acción (Diagrama 5 en rojo). Esta presuposición si se desprende directamente del flujo visto hasta ahora, en la medida que el objeto entró en el conocer como determinaciones del sujeto, y por otro, por sus propias propiedades automediadas que posibilitaron su capacidad de reconocimiento.

Diagrama 5

En ese sentido, el contenido del objeto de conocimiento, efectivamente aparece portado en cualquier representación mental posible. No obstante, esta no necesariamente aparece como la estricta proyección de un contenido, sino más bien, mediado como los atributos generales portados en la capacidad de acción de conocer, es decir, en el gasto fisiológico que el sujeto que conoce, es capaz de incurrir, para producir el conocer. Esto es, la capacidad de pensar, de abstraerse, y la serie de fenómenos cognoscitivos implicados en ello.

Pero aquí se revela un problema fundamental de ese movimiento, que solo nos devuelve a otra forma de filosofía de tintes dialécticos, mas que al movimiento dialéctico en sí. Si el contenido que aparece portado en el pensamiento, es el que está directamente imbricado en los atributos fisiológicos del conocer, pues es ahí donde se realizan la directas mediaciones que estas ponen en la forma humana presente, tomarán pues también forma inmediata, en aquello que el sujeto reproduzca en su mente (dejando de lado el problema de regresión al inifito en la que corre el riesgo de incurrir).

Los ejemplos clásicos de esto son las pareidolias, o problemas de memoria, en sus formas más inmediatas. Pero en su sentidos más abstractos, también tienen formas en los artefactos del conocimiento. Por ejemplo, en el ámbito de la matemática, como un sistema de pensamiento que por medio de la representación cuantitativa simbólica, con base a axiomas, es capaz de derivar una serie de presupuestos, varios de los cuales logran reproducir con altísima precisión el cuanto de los objetos; con todo ello, este mismo artefacto, por su propio funcionamiento es capaz de producir resultados ficticios que solo tienen sentido en el sistema de abstracciones que lo soporta.

Cualquier que tomara una pelota de plastilina, y la desarmara en pedazos, notaría que sería imposible construir una bola idéntica a la original, sino dos bolas más pequeñas, y sin embargo, bajo ciertos axiomas, es posible demostrar que descomponiendo cualquier bola en un espacio tridimensional, es posible reconstruir a partir de sus piezas dos bolas idénticas a la original, como se deriva del teorema de Banach-Tarski.

Este, y otros resultados contraintuitivos, se desprenden de las determinaciones más directas imbuidas en la capacidad general del conocer, y su atributo del pensar sistemáticamente, el que nuevamente, se estructura sobre un arquitectura cognoscitiva en la que se desarrolla. Esto demuestra que el ejercicio del pensamiento es capaz de producir ficciones abstractas que sean coherentes y contenidas en si mismas, sin que estas tengan un correlato directo con el contenido de algún objeto concreto, sino más bien, el desarrollo de las potencias generales del conocer, que como se mencionaran, están desplegadas en los atributos fisiológicos en los que se desarrolla.

En ese sentido, si solo nos remitimos a esta reproducción mental del objeto, penetrando en sus capas de determinaciones y mediaciones abstractas, es posible establecer que todo el flujo visto en el diagrama 4 y 5, es en sí mismo, el subproducto de la compleja capacidad de abstracción, que logra reproducir un sistema coherente que puede o no realmente parecerse a la realidad, y que por tanto, la presunta actualización del sujeto y las determinaciones del conocer, son solo una racionalización abductiva, generando una representación coherente de un sistema cuyo movimiento concreto real, desconocemos.

Bien podría defenderse que tal ejercicio mental es solo un momento de la acción, que en sí aparece portando una potencia para operar sobre ese mundo de manera mucho más potente y transformativa, no obstante en la práctica, esta declaración puede no pasar de ser un mero recurso argumentativo sin más vida y realidad que lo que permite el papel. El camino del pensamiento o reproducción intelectual del objeto, nos devolvió a un sistema filosófico no muy distinto del que nos ofrecía la ciencia normal.

No obstante, hay una forma en la que nuestro esquema puede ser salvado, y no tiene que ver tanto con la reproducción mental, sino con como la realidad misma del sujeto que conoce, se despliega.

El sujeto no necesita saberse determinado para comprender que la acción de proferirse alimento, le permitirá seguir respirando mañana, y volver a proferirse alimento. En su acción concreta y específica, donde se revela determinado. E incluso en un sentido más avanzado, el sujeto podría saber perfectamente que está construyendo una inteligencia artificial que le permitirá tener un control automático del proceso productivo, que vuelva innecesaria una capa gerencial o burguesa, para hacerlo, aun cuando las determinaciones que lo llevan a construir tal sistema, se le presenten como un proceso que transcurra a sus espaldas (y este mismo proceso de desarrollo en sus determinaciones, como sujeto enajenado, es desde donde brota eventualmente, el reconocimiento dialéctico visto.

Es decir, no basta con una sentencia puramente textual que en el papel declare la unidad del conocer como momento de la acción, es la acción misma, la transformación, la manipulación o diseño accionable del sujeto sobre el objeto, el momento en que tal enunciación se afirma en su potencia transformativa, pero, y aquí es donde por lo demás adquiere el cariz revolucionario, en la medida que tal acción parte de reconocerse como desarrollo de la determinación y producción del propio conocer, tal acción ya no solo se presenta como la forma del circuito automático del desarrollo de la técnica y el conocer, en el cual figura como pieza o apéndice; sino que, la técnica y el conocer, entran bajo esta premisa de actualización de la subjetividad, pero ahora regulada de manera consiente (pese a ser esta, una necesidad que el propio movimiento del conocer puso en el sujeto).

Finalmente, en la medida que el conocer descubre esta, su subjetividad productiva, resuelve el problema de la necesidad de su acción: que las porciones de reconocimiento (diremos, automedidadas) del sujeto, avancen en el sentido expuesto (regular concientemente la producción/actualización de su subjetividad). Ahí se agotó toda necesidad de filosofía, o de indagar en mayores determinaciones abstractas (en la práctica, otra forma de interpretación), solo le corresponde avanzar en organizar el flujo del conocer en miras de que como sujeto, adquiera el atributo de su regulación consciente.

No obstante, aquí se le presenta una inmediata barrera que entra directamente en su acción como es lo que el conocer le pone de frente contra el objeto de la transformación. Ya se mencionó que ese objeto no se conecta directamente si no es con la estructura cogniscitiva que se tenga, en su forma presente, y el momento del reconocimiento de las propias potencias del conocer, pero por otro lado, el mismo objeto, y su automediación puede también aparecer en un sentido que no se presente como algo directamente operable o reconocible. Aquí el sujeto se enfrenta al objeto mediado por el desarrollo de su conocer en su forma presente, pudiendo intentar resolver ello con la interpretación en su forma más vulgar, o deteniendose en la meditación mental de resolver mediaciones más abstractas de lo que se le presenta como su conocer (en su forma un tanto más sofisticada pero incompleta, ie. filosofía), o puede simplemente manipular el conocer, buscando o encontrando la capacidad ya sea del control directo, ya sea del diseño operable sobre el objeto, permitiendole resolver su deriva filosófica mentalista.

Este último ejercicio de operar sobre el objeto, o más bien, la resistencia de este a la operación, le revelará inmediatamente tanto su desviación respecto de la capacidad de control consciente, pero sobre todo, la limitación del desarrollo de su conocer hasta ese momento. En la forma de frustración en un sentido más emotivo, y de reconocimiento, en uno más práctico; el objeto le devolverá la realidad de que el conocer que porta hasta ese momento, no es más que el reflejo del movimiento automático; en última instancia, si es que algo, le devolverá al sujeto su realidad de sujeto, de apéndice, de enajenación (el límite de toda ciencia social y humanidades varias). Descubierto ello, tal conocer necesita su superación.

Ello implicaría desarrollar una nueva forma de conocer, o en su forma más concreta, una nueva forma de ciencia, una que hasta ese momento desconoce. Pero previo a eso, ya se descubrió una ciencia, que imperfecta y todo, ofrecía un programa para avanzar en la penetración del contenido del objeto. Pero al mismo tiempo hemos visto, que esto no incluía toda la ciencia, o todas las ciencias, sino formas específicas, concretas de esta: aquellas que permitieran o dotaran al sujeto de la capacidad de control y diseño accionable sobre el objeto (nuevamente recordando el reflujo de determinaciones que ello devuelve al sujeto).

Esto tiene como corolario que, cualquiera sea el momento del reconocimiento y estado de avance del conocer, la necesidad del control consciente descubierta, está en el desarrollo de la subjetividad productiva, y la constante expansión que le habilite esa forma general de ciencia o investigación accionable. Es aquí, cuando la forma presente de su modo de ser sujeto, engendro de su propio reflujo, se le enfrentará ya no como el objeto automático, sino como la forma concreta de su conocer, construida por sus propias manos, desde ahí en más, superó su sujeción, y con ello, su necesidad de presentarse/reconocer su propio conocer.

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Ingeniero Dialéctico. Puede seguirme en @sientifiko1 por tuiter, o @sientifiko.memero en facebook