[Reseña] Cómo el mundo se volvió rico, de Koyama y Rubin

Sientifiko
8 min readMay 28, 2024
  • Cuánto me gustó (1 a 10): 10
  • Áreas disciplinares abordadas: historia económica
  • Nivel de conocimientos técnicos para su lectura: ninguna, aunque si sabes lo básico de teoría económica puede que lo aproveches más

Un título alternativo a este libro sería: “un curso idiosincrático de introducción a la historia económica”. El libro es básicamente un consiso y preciso manual que recopila todos los lugares comunes que uno podría encontrarse en un curso o carrera de historia económica: el fenómeno de la gran divergencia, las dinámicas o presiones malthusianas, la discusión sobre la revolución industrial, y la interacción entre geografía, demografía, instituciones, y cultura. Así también cubre el como China y en parte los tigres asiáticos, han obligado a revisar todo lo anterior, forzanndo a inventar una montonera de argumentos ad-hoc para intentar salvar la narrativa oficial, como se verá más adelante.

Todo esto lo hace compilando la literatura y estadísticas históricas más recientes y usadas, entregando un paseo por las principales vitrinas de datos e investigaciones, y dando una síntesis de qué es lo que uno podría encontrar en ellas.

Dicho esto, el libro parte con una tesis, o más bien postura liberaloide, pero empíricamente correcta que enojará a críticos de cuneta, como a libertarios imbéciles: el mundo y sus personas hoy son más ricas y prósperas de lo que eran varios siglos atrás, pero, parte de esa riqueza se construyó sobre la base de estructuras de explotación desigual, esclivitud y el colonialismo.

En gris están los países que en 2018 son más ricos (en términos del ingreso medio) de lo que eran los EEUU en 1900

Así es, el libro busca presentar una postura bastante equilibrada en variados aspectos, abordando con bastante elegancia argumentos tanto del imperialismo vulgar, así como lecturas etnocéntricas. La crítica que le hace David Landes (el peor puto historiador que haya leído en mi vida) es notablemente pasivo-agresivo.

Pese a ello, el libro claramente se casa o enfatiza una postura sobre otra, y es básicamente la de los “papás” intelectuales de los autores: Daron Acemoglu, y sobre todo Joel Mokyr. Para poner muy sucintamente la narrativa que despliega el libro, y que como menciono, es un lugar común para cualquier historiador económico, los autores señalan lo siguiente:

En un principio todos los países eran pobres, había algunos más pobres que otros, pero entre sí no existía demasiada diferencia. En tal contexto el principal motor de las dinámicas de expansión y retroceso de la civilización, estaba preso de “trampas malthusianas”: si había mucha gente, bajaba el precio de la mano de obra, se generaba sobredemanda de recursos, y por tanto la gente empezaba a morir. Luego, a medida que se morían, tal retroceso era compensado por aumentos en el precio de la mano de obra, y mayor abundancia de recursos en relación a población, por lo que esta aumentaría hasta el siguiente colapso, y así (el argumento es un poco más complejo que esto, pero es más o menos la intuición).

Figura del famoso gran “palo de hockey” con el que se ilustra como todos eran pobres hasta la primera mitad del sXIX, momento en que ciertos países comienzan a dispararse y otros quedan atrás generando la “gran divergencia”.

Esto empieza a cambiar hacia fines del XVIII posterior a la gran plaga en la que se fue a la mierda un montón de europeos, encareciendo la mano de obra, lo que de paso coincidió con múltiples fenómenos globales que se organizaron en la gran revolución industrial. Entre ellos está el descubrimiento del “nuevo mundo” y la integración de los mercados internos y externos, lo cual atraería mercaderías a precio de trabajo esclavo, así como nuevas fronteras para la demanda de mercancías europeas. Junto con esto, europa, y sobre todo Inglaterra contaría con una buena dotación de recursos naturales. En el caso inglés el carbón, central para la producción de energía, combinado con un alto costo de la mano de obra, habría aumentado los incentivos para el uso de tecnología.

De todos modos esta sería la panorámica general en buena parte de Europa, no obstante, Inglaterra presentó dos cuestiones más, que no ocurrieron tal cual en el resto de la región, ni el mundo. La primera es que la “revolución gloriosa” de 1688, permitió fortalecer el parlamentarismo dentro del país, generando con ello una institución capaz de restringir el poder del rey, repartiendo ese poder en los pequeños círculos de la elite parlamentaria. Si, no es precisamente un avance democrático, pero al menos, para los autores, había más control sobre la autoridad unipersonal del Rey. Esto habría facilitado que la capacidad de acumular riqueza pudiera fluir hacia un grupo creciente de empresarios y sus gremios.

Junto con esto, los procesos revolucionarios iniciados a mediados del XVIII, se dieron a la par de las ideas de la ilustración, las cuales promovieron entre otras cosas, la formación de capital humano (y el gasto en la “calidad” de la crianza más que en la cantidad), así como la instauración de un “mercado de ideas”, la cual promovió la apropación de un conocimiento “útil” distinto. Todas estas cosas se instauraron mucho más prominentemente en Europa, distinto del mundo asiático, donde si bien el sistema meritocrático confuciano basado en evaluaciones de ingreso a la carrera funcionaria incentivó la educación, la relegó, según Mokyr a una rica, pero no tan últil, formación meramente escolástica, espiritual y moral, lejana al mundo práctico de la ingeniería europea.

Ahora bien, por accidentes históricos, entre la población inglesa, la masa ingenieril tendió a concentrarse en mucho mayor medida que en otras partes de Europa, teniendo todos los ingredientes para poder comenzar a maquinizar la producción, o al menos, el mundo de los textiles, que fue en sí, el sustrato de la primera revolución industrial propiamente tal.

Aquí es importante señalar en que si bien los países bajos tuvieron todas las mismas coindiciones que inglaterra, incluida una gran abundancia de biocombustibles, su desempeño económico se fue al carajo entre guerras e invasiones, distinto del periodo de relativa paz que presentó inglaterra durante el mismo periodo.

Para los autores, estos fueron los ingredientes del como distintos países se volvieron ricos, siendo siempre los arreglos institucionales conducentes a restringir el poder autocrático, así como la cultura en el sentido envisionado por Mokyr, como mercado de ideas últiles e innovadoras, los principales mecanismos axiales que interactuaron en producir tal riqueza.

No obstante siendo estos los puntos más enfatizados por el libro, la causa que presentan es también la más débil y dudosa. Por ejemplo, cuando discuten los casos de China, Korea o Singapur, todas economías que se volvieron ricas con un alto componente autocracia, los autores no pueden sinó generar una serie de salidas ad-hoc para intentar salvar la hipótesis Acemougliana. Así por ejemplo, señalan que finalmente las lógicas de capitalismo “crony” como el presente en Korea del Sur de la mano de los chaebols, que son básicamente conglomerados empresariales subvencionados por el gobierno, son en sí una forma de distribución mayor del poder autocrático, al menos en comparación a un régimen puramente autocrático, corrupción y todo incluido.

Así también para el caso de China, el cual no logran encuadrar por ninguna parte en la narrativa, los lleva a convertir las instituciones en una mera variable interviniente que se contextualiza, retomando las connotaciones northianas de las instituciones, en el sentido de que (según los autores) para las elites gobernantes desde Deng Xiao Ping, exitió una igualación entre legitimidad del gobierno y el partido, y el desempeño del país, particularmente en lo económico.

Por otro lado, la explicación culturalista basada en Mokyr es muy cuestionable, ya que se asigna convenientemente y no logra abordar el problema de la causalidad inversa. Eg. vemos una civilización que hizo la revolución industrial, y otra (particularmente la china) que no, vemos que una tenía ciertas ideas, y la otra no. Luego asumo que esas ideas son las determinantes, y finalmente construyo todo el proceso investigativo para identificar en mis ideas occidentales, el germen de la revolución industrial, distinto de sus ideas confucianas tradicionalistas y anti innovación. Por supuesto, no es lo que hace Mokyr propiamente tal, aunque es lo que se desprende de su tesis. De todos modos el autor no ignora que gran parte de los descincentivos a innovar podrian estar involucrados a desiguales relaciones de poder: si en un sistema meritocrático, rindo bien como funcionario al punto de poder disputarle el lugar a alguien de más rango que yo, ese otro más poderoso tiene incentivos a sabotearme, y por tanto yo en reacción, actúo de manera más mediocre y menos innovadora, que es parte del mecanismo que se le atribuye al proceso chino.

Así y todo, hoy en día, sería difícil decir que las ideas confucianas abandonaron alguna vez la economía y la cultura de negocios de China, y nuevamente son el gran centro gravitacional del crecimiento global ¿Qué pasó en este caso? Bueno, pasó que todo interactúa con todo, todo es complejo, y con un par de adecuaciones ad-hoc, en realidad acabo descubriendo que el confucianismo de ahora, es más parecido a las ideas de la ilustración, etc, etc.

Este carril de análisis nos lleva a una crítica más profunda que supera a los autores, apuntando a la limitación que tiene el conocimiento histórico a la manera en que se practica en la academia y las ciencias sociales, como es, carecer del razonamiento y las herramientas para enfrentarse a la necesidad de su propio fenómeno concreto. Más que elaborar las ideas sobre como el mundo se volvió rico, lo cual solo se detiene en la forma, la pregunta es ¿Cuál es la necesidad de que se volviera rico? ¿Qué necesidad se resolvía a nivel global, clusterizando ciertos atributos de desarrollo en ciertas regiones del mundo en vez de otras? Es decir, el contenido de la riqueza.

Y aunque esto pareciera una divagación filosófica, tiene impactos concretos en el análisis realizado (en las ciencias sociales en general). Así por ejemplo, cuando los autores describen el caso japonés y su riqueza, todo se encuadra en su voluntad y buenas decisiones de abrirse al mercado global durante el periodo Meiji, siendo esta la clave de su posterior proceso de crecimiento acelerado. Pero por alguna razón, se omite que tal apertura, lejos de ser voluntaria, involucró la instalación de una flota de buques de guerra capitaneados por el Comodoro Perry, quienes “amablemente” sugirieron a los japos que se abrieran al comercio mundial, en una mecánica conocida como el “gunboat diplomacy”.

Representación de los japos de la amable diplomacia de Perry

Japón no tomó la buena decisión de abrirse al mercado mundial, más bien, el mercado mundial necesitaba la apertura de la economía japonesa, (y de toda economía), para reproducir en ella a escala local, el proceso de acumulación y producción del capital global. Luego es que tienes a un Comodoro Perry como la manifestación concreta de esa necesidad.

Pero fuera de estos puntos, insalvables de la academia burguesa, el libro hace un excelente trabajo introduciendo a un público de formación básica sea en historia o en economía, sobre qué diablos es, y qué se investiga en la historia económica.

Además, dada la manera en que aborda cada tópico, la simpleza en la exposición, y lo bien que logra sintetizar ciertos argumentos complejos, este libro es totalmente recomendado como manual para un curso introductorio en el tema a nivel de pregrado. Se lee fácil, y de una sentada, muy recomendado.

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Sientifiko

Ingeniero Dialéctico. Puede seguirme en @sientifiko1 por tuiter, o @sientifiko.memero en facebook